San Gaspar del Búfalo, sacerdote fundador de los Misioneros de la Preciosa Sangre, escribió en unas de sus cartas estas palabras: “Este es el precio de la Redención, éste es el motivo de mi confianza en mi salvación; a esta devoción quiero consagrar mi vida; y soy yo Sacerdote para aplicar la Sangre Divina”.
En primer lugar, la sangre derramada de Jesucristo es el precio que se pagó por nuestra salvación. Así como la sangre de los corderos fueron puestas sobre los dinteles de las puertas para liberar al pueblo de Israel del ángel exterminador, de la misma manera la sangre de Cristo nos liberó de la muerte eterna y nos abrió las puertas del cielo.
Hoy en día urge marcar con al sangre de Cristo, la vida de muchos hermanos y hermanas que son víctimas de diversas clases de abusos, como por ejemplo:
- Maltrato físico/violencia física.
- Maltrato verbal, emocional o psicológico: por ejemplo los insultos, gritos y manipulación, Control de las redes sociales y los teléfonos, el horario y las amistades de la víctima.
- Maltrato infantil.
- el abuso sexual. Y este es una de las peores formas de maltrato, porque las secuelas de estos actos íntimos pueden no desaparecer nunca.
- el Bullying. Hace referencia tanto al maltrato físico y psicológico que se produce en el ámbito escolar. La vulnerabilidad de las personas que padecen el acoso escolar y el dolor que sientes es tan grande que pueden llegar a suicidarse en los casos más extremos.
- El mobbing es prácticamente idéntico al bullying, con la diferencia de que ocurre en el ámbito laboral.
- el Maltrato digital o ciberbullying.
El Señor Jesús quiere liberar a la humanidad de estos sufrimientos, de esta cultura de muerte que se hace constante en nuestra sociedad. Marcar la vida de las personas con la sangre de Cristo significa acoger, apoyar y denunciar. De esta manera colaboramos a la salvación de Dios.
En segundo lugar, consagrar la vida a la Sangre de Cristo, significa vivir en los limites de las periferias humanas., significa amar la vida, respetar la vida y promover la vida de todos y todas. Muchos quienes viven en el límite, en la periferia, como por ejemplo, las personas excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica., jóvenes que reciben educación de baja calidad y que no tienen oportunidades., los pobres y desempleados., los migrantes y desplazados, etc. Al consagrar la vida a la sangre de Cristo, nos comprometemos a formar un mundo mejor para todos y todas.
Por último, dice san Gaspar, “soy yo sacerdote para aplicar la Sangre Divina”. Él sabía que no podía quedarse con los brazos cruzados frente al sufrimiento y pobreza., no podía quedarse inmóvil frente a la amenaza de muerte y destrucción, por eso se compromete para que no se derrame más sangre, más vida.
Que la fiesta de la Preciosa Sangre de Cristo nos estremezca y nos lleve al compromiso con los hermanos.
Padre Omar Cerda