Nos has redimido, Señor, con tu Sangre.

“Y por medio de Él, reconcilió consigo todas las cosas, tanto las de la tierra como las del cielo, trayendo la paz por medio de su sangre derramada en la cruz”. (Col 1, 20).

jim-caviezel-pasion-cristo

Cada año, durante la semana santa, recordamos el gran misterio de nuestra fe: la pasión, muerte y gloriosa resurrección de Jesucristo.

Celebramos, además, que el Hijo de Dios -cumpliendo la voluntad del Padre- nos devuelve la dignidad de hijos derramando su sangre preciosa., una dignidad que nos había sido arrebatada por el pecado de Adán.

Al ser nuevamente “hijos”, somos abrasados por el infinito “amor del Padre” quien nos esperaba ansioso, desde que nos apartamos de su presencia (cf. Lc 15, 11-32) buscando lo que solo en Él teníamos: FELICIDAD, AMOR, PAZ, ETC.

Aunque Jesucristo nos ha devuelto tal dignidad, por medio de su Sangre derramada, solo experimenta el AMOR de Dios quien arrepintiéndose de sus pecados hace el propósito de la verdadera conversión. Entonces nos preguntaremos: ¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Y responderemos alegres ni la muerte ni la vida,… ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Cf. Rm 8, 35-39).

Ser hijos nos lleva a sentir el amor del Padre, y todo esto gracias al poder de la Sangre derramada de Cristo, nuestro Señor.

 

¡Gloria a la Sangre de Jesús!

¡Ahora y por siempre!

P. Omar Cerda CPPS

Contribuyentes